Tema 10: DANZA COMO SACERDOCIO SANTO

DANZA COMO SACERDOCIO SANTO

La danza, fuera de Dios es ejercicio, pero si se hace por ministros (elegidos) redimidos es una expresión de adoración. Cuando nuestras vidas están llenas, apartadas para Dios, santificadas y dadas a Él como ofrenda de amor, alabanza y adoración, esto nos lleva a su presencia.

1 Pedro 2:5 “Ustedes mismos, como piedras vivas, van construyendo un templo espiritual, dedicado a un sacerdocio Consagrado, para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios”.

Éste texto resalta  el sacerdocio común de los fieles, una nueva condición sacerdotal del pueblo de Dios, liberado a precio de Sangre e invitado a ser santo, glorificando así el poder de Dios.

1 Pedro 2:9  “Ustedes, en cambio, son descendencia elegida, reino de sacerdotes y nación santa, pueblo adquirido en posesión para anunciar las grandezas del que lo llamó de la oscuridad a su luz admirable”.

Aquí se nos revela nuestra condición: somos pueblo elegido, formado por Dios para proclamar su grandeza.

Isaías 43:21  “El pueblo que formé para mí para que proclamara mi alabanza”.

Desde el mismo momento de nuestro bautismo, nos consagramos como reyes, profetas y sacerdotes, que es  la condición de todo hijo de Dios. Al crecer y esperar en Jesucristo, debemos funcionar como sacerdotes y ofrecer sacrificios a Él.

La redención, por medio de la cruz, nos trajo un nuevo pacto.

Hebreos 2:17  “Por eso tenía que ser hecho en todo semejante a sus hermanos para llegar a ser sumo sacerdote misericordioso y digno de confianza en las cosas de Dios, capaz de obtener el perdón de los pecados del pueblo”.

Jesucristo es nuestro sacrificio, por ésta razón tenemos entrada el trono de la Gracia, a su presencia pura. Por éste gozoso motivo, determinadas personas pueden ministrar danza, llenos de júbilo, celebrando la salvación que nos ha dado y por escogernos para ser real sacerdocio en adoración y alabanza.

Por esto reconocemos la danza como sacerdocio santo. Sus ministros son personas escogidas por Dios, como la tribu de Leví, a ministrar en su presencia en acto de adoración, alabanza, sacrificio, reparación, entrega.

Números 3:3  “Sacerdotes consagrados por la unción e investidos para la función sacerdotal”.

Para todo lo anterior es necesario:

v  Una vida de oración

v  Conservar un corazón y cuerpo puros, que se obtiene y se alimenta con los sacramentos

v  Renuncia, despojo y humildad

v  Amor, dedicación, disponibilidad

v  Dejarse guiar y dirigir por el Espíritu Santo.